domingo, 27 de febrero de 2011

El razonamiento del taxista

Razonamiento:
Serie de conceptos y argumentos encaminados a demostrar algo
Hace pocos días, tuve la malicia de preguntarle a un taxista que me llevaba a un lugar en Madrid, si él conocía la razón por la cual los taxistas no utilizan el cinturón de seguridad.

Antepongo que el hombre actuó de muy buena fé, y que, por supuesto, no es él quien redactó la norma (aunque quizá la exigió), pero la forma en que el amable hombre me contestó, dejaba en evidencia que no me estaba hablando de un razonamiento propio, sino, más bien grupal, aunque quizá sería -en éste caso- más adecuado decir gremial.

La respuesta fue precedida de un "Si, claro"... y de un silencio en el que se podía casi escuchar como rebuscaba en la memoria los argumentos, sin duda, poco utilizados por él. Al cabo, continuó: "... pues básicamente es por comodidad, ... como estamos todo el día subiendo y bajando del coche... ". Al ver que yo le miraba por el retrovisor, sin articular palabra y -quizá- de forma socarrona, debió darse cuenta que cualquiera que habitualmente tome taxis en Madrid ciudad, conoce perfectamente la frecuencia con la que el taxista se baja -hablando de forma generalizada- para ayudar al pasajero (ancianos o minusválidos incluidos). De forma que habiéndole, sin duda, parecido a él mismo, que el argumento era entre poco y nada convincente, al cabo de unos segundos de volver a escarbar, encontró otro argumento, que rápidamente expuso: "Ah, y sobre todo por nuestra seguridad... por los asaltos... para poder escapar, ¿sabe?".

Por educación, y porque mi propósito no era discutir con él, sino confirmar mis sospechas, le contesté con un "oh si, claro, naturalmente"


Creo que cualquier taxista madrileño, en la soledad de la lectura, no tendrá demasiada dificultad en reconocerme que, repito: en términos generales, no son famosos en el mundo entero por su atención y ayuda al pasajero, con lo cual, argüir lo de "subir y bajar constantemente" pues lo vamos a dejar en un discreto lado. 






Lo de la seguridad, sin embargo, es otra historia, aunque desgraciadamente, el excluir una medida de seguridad para adoptar otra, no garantiza el escape de la hiena mal nacida, del asqueroso chacal carroñero dispuesto a acabar con la vida de un ser humano para robarle lo ganado con su esfuerzo, pero sí facilita que encuentre la muerte o graves lesiones con otras situaciones mucho más posibles y probables que un asalto armado, cuando se circula en y entre vehículos a motor. 
Es como si para poder huir en caso de asalto al domicilio, dejásemos la puerta abierta, o como poner rejas para evitar que entren ladrones, pero morimos en un incendio precisamente por no poder salir.
En los desgraciados casos habidos de lesiones o muerte de taxistas entre incidentes de circulación y atracos, podrá establecerse la bondad lograda con las medidas en vigor.

Un caso similar se da en los coches de policía.
No obstante, la comparación con otros países que sí obligan a ambos profesionales, y con la debida extrapolación de niveles de delincuencia, de población, y de coches de servicio público por habitante, podría ayudar a considerar algo que, hoy por hoy, considero una injusta discriminación... y algo peor.

Lo peor quizá a muchos españoles les pase desapercibido por estar acostumbrados a que cualquier cajera de supermercado, o cualquier vigilante, eche la bota encima y sin ningún rubor, sobre nuestro derecho constitucional a la inocencia. No sólo es común ver a ésos personajes intentando meter mano (o el ojo, que me da igual) en nuestras propiedades, sino la entusiasta e incomprensible colaboración del pueblo soberano a la hora de dejar a cualquiera, y sin autoridad alguna, ojear o manosear nuestras propiedades. Lo peor es que cuando el taxista dice que es para poder huir, está diciéndome que soy un asesino en potencia.

Las autoridades españolas tienen muy claro ante qué trabajadores hay que plegarse a sus diferencias, y a cuáles hay que militarizar. Y por supuesto, que los derechos como ciudadano no son más que eso: derechos... en el gulag.



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