viernes, 29 de octubre de 2010

Homo legislator


El Homo Legislator y el españolito de a pié.


Allá en la segunda mitad del pasado siglo, unos hombres a los que, por causas que me son desconocidas, el personal les atribuye una gran honradez, una inteligencia superior, unos conocimientos genéricos excelsos, y en fin, unas capacidades más propias de dioses que mortales, se afanaron y lograron redactar una serie de conceptos, deseos y creencias a los que, una vez unidos en determinado orden, llamaron constitución. Después, pusieron la primera letra en mayúsculas y le dieron por apellido Española. Aquello provocó gran entusiasmo y gozo en el pueblo, que desde entonces vive ensimismado sabiéndose objeto de la citada Constitución Española. A la especie de los hombres que le dieron vida se la conoce como “Homo Legislator”.

Y es que no hay para menos. La Constitución contiene afirmaciones (a las que llamaron artículos) que su sola lectura provoca el erizado de la piel debido a su altísima carga emocional. La verdad es que a la vista del contenido de la Constitución Española de 1978, queda claro que en lugar de quedarse en los algo menos de doscientos artículos, podría haber tenido varios miles, o incluso varias decenas de miles de artículos. Por ejemplo: igual que se tiene derecho al trabajo, se puede tener derecho a lavarse los dientes; o igual que anuncia el derecho a una vivienda digna, podía anunciarse el derecho a pasearse en bicicleta. O traducido: la lista de derechos puede ser ilimitada porque el anuncio de los derechos no compromete absolutamente a nada.

La Constitución también contiene trampantojos mentales. Por ejemplo: en el “artículo” 14 dice que los españoles son iguales ante la ley sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.
Imagino que cuando terminaron de redactar semejante afirmación debieron estar a punto de atragantarse por exceso de salivación autocomplaciente. La verdad es que resulta incluso poético. Pero claro, se trata sólo de un trampantojo mental. La primera ilusión que tal “artículo” produce en la víctima es que Ley y Justicia es lo mismo, pero es evidente que no. Que ante la justicia no es igual un “menor de edad” que un adulto, que se diferencian por una razón de nacimiento y como tales son discriminados, dejando así en evidencia la aplaudida Constitución Española.

La lectura de los artículos de la Constitución Española produce electroshock al unirla, no ya a la lectura del modo en que, allá por tierras catalanas dos "menores" asesinaron a una compañera del colegio, sino a la lectura de los mensajes intercambiados posteriormente entre los "menores" a través de internet, por ejemplo:
"el corazon le latia ... i cojido la navaja i se le metido dnd el cuello i le rajado, yo creo k ta muerta" 
o ésta otra, refiriéndose a la familia de la joven asesinada:  
"ia tienen un ijo pa ke kieren mas, jaja"



Aunque, todo hay que decirlo, los chicos intentaron al menos escribir en catalán para eludir las multas lingüísticas. Esos rasgos de la escritura usando la i son exponentes de su buena disposición.
Los "menores" asesinos fueron condenados a 5 y 4 años de internamiento, por lo que habiendo tenido lugar el asesinato en Noviembre de 2008, uno de los chicos ya realiza salidas a la calle. ¿Son o no son discriminados ambos chicos por razón de su nacimiento?. ¿Cuál habría sido la condena de haber nacido 10 años antes?. No creo que los Homo Lesgislator estén en condiciones de responder éstas preguntas: la salivación que les motiva su excelsa exquisitez, les atraganta.

Como trampantojo es también decir aquello de que "el español es inocente mientras no se demuestre lo contrario".  El derecho a la presunción de inocencia es algo que -aparentemente- no preocupa a los españoles ni como sujetos pasivos de ése derecho, ni como destructores de ése derecho en otros. El ejemplo más elemental podemos verlo en establecimientos comerciales, donde personas carentes de cualquier atribución para registrar la propiedad ajena, conminan a otros a dejarse registrar, mientras que los registrados se muestran plenamente cooperadores de su propio atropello. Aunque cueste creer que ésto es así, basta con observar establecimientos muy concurridos para comprobar el desprecio de unos y otros por las garantías ofertadas por el Homo Legislator.

Como modelo de mezcla de vulnerabilidades a las que pueden verse sometidos los preceptos constitucionales, el más representativo es el de las llamadas "entidades de crédito". Por alguna extraña razón, la mayoría de la gente que entra en un banco suele guardar una actitud incluso más respetuosa que en un lugar sagrado. Es rarísimo ver a alguien incluso elevar la voz dentro de un banco. Y tal vez tenga que ver con el aspecto religioso de la relación cliente-banco, que cuando el banco pide al pensionista que acredite "fe de vida" para seguir entregándole su pensión, el pensionista acceda. Es el colmo del descaro por parte del banco, y de ignorancia por parte del pensionista.
Si el Estado no pide al pensionista que acredite seguir vivo para pagarle su pensión,  ¿por qué habría de pedirlo el banco, que no paga con su dinero, sino que es intermediario en una entrega?. El banco no tiene ni potestad ni argumentos basados en la inteligencia para pedir a nadie que acredite estar vivo. En todo caso, si lo pide al cliente pensionista y no lo pide al cliente trabajador que percibe su nómina, debe ser señal de que el banco tiene alguna creencia sobre la muerte bastante deficiente.

Dios nos libre de los imbéciles.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Humor cañí

Ejemplo de austeridad.


Desde luego, y a la vista de ésta imagen, nadie podrá nunca afirmar que en la comunidad de Murcia no fueron previsores en ahorrar en las vísperas de la famosa crisis económica.
El ayuntamiento de San Javier, fue el destinatario del campus de la facultad de Ciencias de Educación Física y el Deporte, de la Universidad de Murcia, allá por el año 2007. Pero ¿creen ustedes que se aprovechó para despilfarrar o hacer negocio los "señores del ladrillo"?. ¡Pues no señor!. Ahí tienen ustedes un ejemplo de austeridad en el gasto público, de simplicidad en el diseño. Esto si que es minimalismo. Quede en ésta bitácora reflejado para ejemplo y modelo de gestión pública.



Rótulos impertinentes.
Hay ocasiones en que los testigos llamados "mudos" forman una escandalera brutal, dejando lo de la mudez en pura ironía. Esa asincronía entre lo publicitado y la realidad crea un choque visual que mueve a la hilaridad... o al llanto, según sea el caso.
Observar en la calle Atocha de Madrid, la vecindad entre la Congregación del Santo Entierro y el Sex Shop puede inferir un recordatorio a los posibles pecadores, sobre la consecuencia de sus actos. Aunque bien es cierto que una de las actividades anunciada resulta antípoda de la otra, ambas tienen su propia clientela.
Pero como en casi todo cuanto sucede comercialmente en la capital de España, entre ambas "entidades", se encuentra el catalizador Super Bazar chino.





En un pueblecito costero, ya con su alcalde, un notario, un par de concejales y dos abogados metidos en la cárcel por la Fiscalía Anticorrupción (es decir, lo justo para salir en las fotos y ponerlos en liertad) , y varios "señores de los ladrillos" huidos o en paradero desconocidísimo, puede observarse ésta auténtica joya de la corona.
Al parecer, o bien la financiación resultó excesivamente compleja, o la solución extremadamente inapropiada, pero el caso es que lo de "Soluciones financieras" tiene pinta de que no funcionó.
Las lenguas viperinas del pueblo aseguran que los habitantes de la casa de los créditos coronados, desaparecieron por arte de encantamiento de un día para otro.





martes, 17 de agosto de 2010

¡¡¡Torquemada ha vuelto!!!

¡Cielo santo!, estaba yo tan tranquila en una especie de duerme vela oyendo un programa de radio en el que la gente llama y hace comentarios sobre un tema de actualidad o sobre cualquier cosa, aunque no sea tan actual, que les haya llamado la atención y, de repente, una buena señora que respondía al nombre de Lola y que se presentaba a sí misma como "una respetable señora de 77 años", dijo que quería hablar sobre un asunto que le había quitado el sueño, ya que ..."el otro día cuando encendí la televisión ví un espectáculo dantesco y repugnante"..., - claro, yo, inmediatamente agudicé mis oídos pensando que nueva desgracia o desastre natural asolaba algún rincón de nuestro querido planeta azul, y cual no sería mi sorpresa cuando la miembra representante de la soberanía popular, empieza a contar que... "un grupo de sinverguenzas degenerados todos desnudos como Dios les trajo al mundo, se paseaban tan tranquilos" por una playa gaditana del pueblo donde ella reside.

Lo curioso, no es que esta persona expresara su malestar y su repugnancia por semejante espectáculo, sino que el locutor de turno le daba cancha (pero en serio) abogando por una ley que prohibiera semejantes prácticas, sobre todo velando por que la inocencia de los niños no se viera mancillada y que las familias pudieran estar en la playa sin que esos "guarros" se pasearan tan tranquilos enseñando sus verguenzas.

Claro, yo, que pertenezco a este grupo de "degenerados" que disfruta tomando el sol y los baños de mar sin ataduras textiles de ninguna clase, y sobre todo sin que me importe lo que los demás hagan, cuidando de no molestar a nadie, se me pusieron los pelos de punta pensando que, en los tiempos que hoy corren, en los que lo que más se lleva es prohibir, pues se levante un buen día el político de turno y decida que es moralmente reprobable la exhibición del cuerpo y decidan confinarnos en un gueto para someternos a la reeducación correspondiente.

Vamos, que efectivamente Torquemada vuelve, ya que dentro de estas "buenas gentes del pueblo soberano", anida un censor implacable, al que sólo hace falta un pequeño empujoncito para salir a flote y volver a revivir las escenas de los años 80, concretamente en la pequeña aldea de Hio en Pontevedra, en la que los lugareños con el cura a la cabeza, se dedicaban a reventar los neumáticos y a apedrear a los sufridos nudistas (entre los que me contaba) que osaban invadir su territorio. En fín, como bien decía el Capitán Trueno, ¡Santiago y cierra España!. Amén

lunes, 26 de julio de 2010

Imbécil universal


La imbecilidad está considerada en medicina -en términos genéricos- como la carencia o escasez de inteligencia.

Últimamente parece que esta enfermedad tiende a extenderse, si juzgamos el comportamiento de una mayoría creciente de personas que, o bien carecen de una inteligencia básica para comprender expresiones sencillas, verbales o escritas,  o bien su nivel de comprensión no les permite entender la totalidad de la expresión, y entonces tienden a mezclar la escasa información que les ha llegado, con algo que conocen, lo que les imposibilita mantener un diálogo siguiendo una pauta de razonamiento simple y elemental.

Por lo que parece, las personas aquejadas de imbecilidad suelen sentirse atraídas por los mecanismos, quedando subyugadas por éstos. Al mismo tiempo, los imbéciles son conscientes de que pensar es un trabajo arduo que les provoca intensas molestias. Estas dos circunstancias fueron analizadas por ingenieros sociales a principios del siglo XX, concluyendo en estudios científicos que recomendaban la utilización masiva de éstos sujetos para desarrollar tareas simples y repetitivas.
Una persona de poca inteligencia resulta, en términos de producción, más barata que otra de inteligencia normal. La orientación mecanizada del obrero, suprimía la posibilidad de improvisación de éste, eliminando los movimientos inútiles del trabajador y evitando el retraso en la producción. El método resultaba tan perfecto que incluso fue etiquetado como organización científica del trabajo, y en torno al mismo fueron apareciendo evangelistas que anunciaban por el mundo industrial la buena nueva, nombrándola como teoría Taylorista, en honor al principal  padre de la criatura, F. Winslow Taylor.
Las personas aquejadas de imbecilidad, por cuya causa no podían aspirar a mejores puestos en la sociedad, vieron en éste método su oportunidad. Tenían la ocasión de realizar una función remunerada, y no era ni necesario ni conveniente utilizar el cerebro. En los casos más drásticos, la actividad cerebral queda totalmente prohibida. El resultado, patético, es lo más parecido a un robot con apariencia humana.

Pero el imbécil, cuando está realizando su función taylorista, necesita que el resto de la gente observe en él alguna circunstancia, alguna condición que lo haga excepcional (aparte del hecho de ser imbécil), y para eso precisa un poco de un sencillo entrenamiento.

La primera condición es que resulte imposible dialogar con él, y mucho menos intentar razonar, como podría resultar pretender que Gestapos como los de ésta foto, atendiesen en su momento a tipo alguno de razones, o a un simple intento de diálogo.









La segunda condición, dotarle de aparejos que le exciten el ego, preferiblemente en forma de indumentaria, especialmente uniforme, y en todo caso, aderezada con algún componente seudo-tecnológico, y a ser posible, de aspecto marcial.








El ejemplo más inmediato (y más popular) del aspecto visual de un imbécil lo tenemos en el llamado "soldado universal", en ése subproducto de la humanidad que bajo el halo de "dedicarse a la protección de los indefensos" (o sea, de todos los demás), puede destruir ciudades enteras sin pestañear con el ojo sano, y con un telescopio incrustado dentro del otro ojo. Aunque existen otras variedades mucho más peligrosas, relativamente sencillas de identificar.

Hoy en día, y en plena alarma económica, puede darse el caso de que el imbécil se mezcle con el necesitado en los recovecos de una empresa, pero mediante unas simples observaciones, estaremos en condiciones de detectar a un imbécil, incluso a distancia, tal y como sucede, por ejemplo,  en los denominados, y muy de moda en España, "colcenters", también llamados en inglés call center, o en lenguaje de andar por casa, centralitas de atención al público.

El primer síntoma de riesgo de dar con un imbécil es que el inicio de la conversación lo haga una máquina que dice imbecilidades (previamente grabadas por un imbécil). Aunque llamar a un teléfono al doble de precio (902) ya debería ponernos en alerta, lo peor es que la máquina te suelte sin solución de continuidad:
A) Que todos sus agentes están ocupadísimos (aunque por vergüenza no digan en qué).
B) Que no cuelgues y sigas esperando obedientemente a que les dé la gana de atenderte.
C) Que la conversación va a ser grabada, pero eso si: jamás por la seguridad de ellos. Siempre es por la tuya.
D) Un ruidillo estrepitoso, a modo de música para testear tu capacidad primaria de resistencia y de paso para ir haciendo caja.

Una vez superada ésta fase, el riesgo de aparición del imbécil es altísimo.
Si la voz de saludo inicial suena a mantra... malo.
Si tu exposición ha sido clara, pero no te ha entendido absolutamente nada... la cosa pinta fatal.
Si te resulta absolutamente imposible hacerle comprender cosas sencillas, que razone o establecer un diálogo simple, no hay duda alguna: el imbécil se ha materializado.
Si a continuación ya no te deja hablar y recita cosas estúpidas, hay menos duda: has dado con un imbécil. Pero ¡ojo!, que está la variante muda, en la que no te da muestras de reconocimiento de lo que le has dicho, y cuando has terminado añade aquello de "bien, no se preocupe".

viernes, 4 de junio de 2010

La Crisis A y la desidia.

El descubrimiento de la Crisis A, ha aportado solución a muchos problemas de las distintas administraciones, tanto estatales como comunitarias o locales. Desde el advenimiento de la Crisis A muchos casos de simple incompetencia o discapacidad, han quedado justificados como “falta de presupuesto”. Pero una cosa es que la Administración (en su conjunto) trate de convencernos de que la Crisis A es la causante de todo lo chungo, suministrándonos a toche y moche telediarios y tertulias como si fuera una oferta de “Tamiflú” barato, y otra, muy distinta, que nos dejemos convencer.

En un ayuntamiento del litoral del Mar Menor, puede comprobarse que la Crisis A no es suficiente para encubrir la torpeza, desidia, ausencia de voluntad o ni siquiera un mínimo de inteligencia básica en aquellos encargados de lo que eufemísticamente es llamada “seguridad vial”.

La inversión municipal en cinta aislante para solucionar el problema en éste semáforo, podría estar justificada por la temerosa Crisis A.






Pero en la siguiente fotografía, podemos observar la manera en que el curioso ayuntamiento ha resuelto la protección de los peatones frente a excesos de velocidad. Cualquiera diría al verla que o bien el concejal del ramo una vez puesta, o bien el operario al ponerla, ostentaban un nivel de inteligencia que no les permitía tener conciencia de que estaban inmortalizando su estupidez.
No obstante, en éstas cosas de la política, siempre cabe la posibilidad de echar la culpa al famoso "equipo anterior", pero... ¿qué impide a los actuales cambiarlo?: la Crisis A, sin duda. ¿Verdad?


Ciertamente, hay detalles que nos hacen sospechar que el dichoso ayuntamiento está siendo asesorado en materia de seguridad vial, nada menos que por el mismísimo Marilyn Manson.
En ésta fotografía podemos ver cómo han resuelto un doble acceso a la calzada principal. Todo parece indicar que en la época de la solución, el municipio nadaba en la abundancia y no querían dejar sin proteger ni un punto en los viales públicos, repitiendo semáforos aunque fuese con 3,26 metros de distancia entre ellos.
Para quienes proceden de la calle General Mola (¡huy!, con perdón) es habitual encontrarse con que los vehículos parados por el semáforo con el número 130, le taponan la salida, ya que lo difuso de la línea transversal blanca de Stop, y el despiste generalizado de los conductores, permite que éstos paren tapando la salida de ésa calle.
¿Podía estar el semáforo 130 ANTES de la calle del general? Probablemente, pero para éso sería necesaria una mente capaz de considerarlo... ¡¡y con autoridad municipal, of course!!.

De aquella época de esplendor, de los semáforos en oferta, date quizá la imagen que ofrece la confluencia de las calles Agustín Escribano y Avenida del Generalísimo (¡vaya!) según podemos ver en Google Maps o en éstas fotografías.

Parece ser que en algún momento la calle de don Agustín, debió ser de doble dirección, y que una re-modelación del tráfico la dejó tal como podemos verla, pero "olvidando" poner en orden las señales luminosas.














Pero si hemos de ser justos, no deberíamos cebarnos en éste modesto ayuntamiento murciano. Limítrofe con él, existe otro donde andan con similares problemas de comprensión. Tienen dificultades con cosas sencillas, como hacer visibles las señales que velan por nuestra seguridad vial, tal y como podemos ver en ésta fotografía.
Bien es cierto que hace unos días, al ex-alcalde de éste otro municipio se lo han llevado unos señores muy simpáticos vestidos de verde. No hemos podido confirmar si el motivo ha sido la Crisis A o la desidia.